domingo, 22 de noviembre de 2015

R.P. TRINCADO - SERMÓN EN EL ÚLTIMO DOMINGO DE PENTECOSTÉS


El Evangelio de hoy trae la mayor parte del llamado “Discurso Escatológico” de nuestro Señor. Se denominan “escatológicos” los sucesos finales de la historia del mundo. Estas palabras de Cristo, por tanto, están en estrecha relación con el libro del Apocalipsis.

Monseñor Straubinger, en su excelente versión de la Biblia, dice (extracto) que la Venida de Cristo es un misterio y sólo Dios sabe cómo se han de realizar las señales anunciadas. En muchos otros pasajes se dice que Cristo vendrá como un ladrón, es decir, sorpresivamente. ¿Esa dificultad nos debe llevar a evitar lo escatológico o lo apocalítico? No: la prudencia cristiana no está en desentenderse de estos grandes misterios -agrega Mons. Straubinger-, sino en prestar la debida atención a las señales que Él bondadosamente nos anticipa, tanto más cuanto que el supremo acontecimiento (la Parusía) puede sorprendernos en un instante, menos previsible que el momento de la muerte.

En este discurso de Cristo se entrelazan dos acontecimientos: la destrucción de Jerusalén y la Parusía o segunda venida del Señor. Y agrega Mons. Straubinger: no es necesario que todos los fenómenos anunciados en este discurso de realicen juntos y en un futuro más o menos lejano. Algunos de ellos pueden haberse cumplido ya, especialmente teniendo en cuenta el carácter metafórico de muchas expresiones de estilo apocalíptico.

¿Cómo sabremos que está cerca la Parusía? Es posible afirmar que, según las Escrituras, antes de la Segunda Venida de N. S. Jesucristo, deben tener lugar los siguientes acontecimientos:

1.- Se predique el Evangelio por toda la tierra.
2.- Se produzca la apostasía general. 
3.- Vuelva el profeta Elías.
4.- Se conviertan los judíos.
5.- Venga el Anticristo a perseguir a la Iglesia.

1.- Se predique el Evangelio en toda la tierra. Y este Evangelio del Reino será proclamado en el mundo entero, como testimonio para todos los pueblos, y entonces vendrá el fin (Mt 24, 14). Es probable es que esto esté cumplido. Es lo que literalmente se lee en Colosenses 1, 6 y 23, y en Romanos 10, 18. No obstante, se dice que hay todavía ciertos lugares en el mundo a los que nunca habrían llegado los misioneros católicos, como algunas regiones de China.

2.- Se produzca la apostasía general. Con respecto a la parusía… primero debe venir la apostasía (2Tes 2, 1 y 3). La apostasía es el abandono de la fe católica. Dice Mons. Straubinger, en los años 40: nadie niega que la apostasía ha comenzado ya. Es evidente que existe en el mundo un proceso de apostasía, y que ese abandono del catolicismo se ha intensificado tremendamente por causa del concilio Vaticano II.

3.- Vuelva el profeta Elías. Elías vendrá ciertamente y restaurará todo, dice Nuestro Señor (Mt 17, 11). El profeta Elías, que sin morir dejó este mundo de manera milagrosa, tendrá que volver al fin de los tiempos como precursor del triunfo de Cristo, comenta Mons. Straubinger.

4.- Se conviertan los judíos. No quiero que ignoréis este misterio… el endurecimiento ha venido sobre una parte de Israel hasta que la plenitud de los gentiles (es decir, no judíos) haya entrado, y entonces todo Israel será salvo (Rom 11, 25-26). Al respecto dice Mons. Straubinger que la “plenitud de los gentiles” significa un número prodigioso de gentiles que Dios ha resuelto llamar a la fe antes de la última conversión de los judíos, con la cual termina el tiempo de los gentiles. Los siglos destinados para su conversión llegará a su fin y entonces sonara la hora para los judíos.

5.- Venga el Anticristo a perseguir a la Iglesia. Con respecto a la parusía… primero debe manifestarse el hombre de iniquidad, el hijo de perdición (2Tes 2, 1 y 3; también Apoc 13). Sobre este pasaje Mons. Straubinger dice: es creencia general que se trata del Anticristo.

Estimados fieles: nuestra actitud ante la segunda venida de Cristo no debe ser de perplejidad, inquietud y angustia, como si dudáramos del poder de Dios para cumplir sus promesas. Debemos esperar con serenidad el desarrollo de los acontecimientos profetizados, sucedan cuándo y cómo sucedan, esforzándonos en ser fieles a Dios cada día, en cumplir su voluntad siempre y en todo, en mantener nuestras almas en gracia de Dios, en amarlo cada vez más; según lo que dice la Epístola: que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando frutos en toda clase de buenas obras… agradeciendo al Padre que nos hizo dignos de participar en la herencia de los santos en la luz; que nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su amado Hijo, en el cual tenemos la redención por su sangre, el perdón de los pecados.