viernes, 24 de abril de 2015

DOMINICOS DE AVRILLÉ: BOCANADA DE OXÍGENO, MONS. LEFEBVRE RESPONDE A PREGUNTAS CANDENTES


Léase teniendo en cuenta que la situación se ha agravado mucho en Roma desde ese entonces.
Lo que sucede desde el concilio, ¿es una verdadera Revolución?
“En la noche de una larga vida –pues nacido en 1905, veo el año 1990- puedo decir que esta vida ha sido marcada por acontecimientos mundiales excepcionales: tres guerras mundiales, las de 1914-1918, la de 1939-1945 y la del concilio Vaticano II de 1962-1965.
“Los desastres acumulados por estas tres guerras, y especialmente la última, son incalculables en el dominio de las ruinas materiales, pero mucho más todavía espirituales. Las dos primeras prepararon la guerra en el interior de la Iglesia facilitando la ruina de las instituciones cristianas y el dominio de la masonería, que se hizo tan poderosa que ella ha penetrado profundamente por su doctrina liberal y modernista los organismos directores de la Iglesia”.
“Este tiempo de misión estuvo marcado por la invasión gaullista, pudimos constatar la victoria de la Masonería contra el orden católico de Pétain. ¡Fue la invasión de los Bárbaros, sin fe, sin ley!”
 “Los liberales lograron hacer nombrar papas como Juan XXIII y Paulo VI, haciendo triunfar su doctrina por el concilio, medio maravilloso para obligar a toda la Iglesia a adoptar sus errores. Habiendo asistido a la justa dramática entre el Cardenal Bea y el Cardenal Ottaviani, representando el primero el liberalismo y el otro la doctrina de la Iglesia, está claro que después del voto de sesenta y seis cardenales, que la ruptura estaba consumada. Y podríamos pensar sin equivocarnos que el apoyo del Papa iría a los liberales”.
“No hay que tener miedo de afirmar que las autoridades romanas actuales desde Juan XXIII y Paulo VI se hicieron colaboradoras activas de la Masonería judía internacional y del socialismo mundial”.
“Yo escucho decir: “Usted exagera, hay cada vez más y más buenos obispos que oran, que tienen la fe, que son edificantes…” Serán santos, siendo que admiten la falsa libertad religiosa y por lo tanto el Estado laico, el falso ecumenismo y por lo tanto la admisión de varias vías de salvación, la reforma litúrgica y por lo tanto la negación práctica del sacrificio de la Misa, los nuevos catecismos con todos los errores y herejías, ellos contribuyen oficialmente a la revolución en la Iglesia y a su destrucción”.
(Extractos del Prólogo, de al menos 6 páginas, que hay que leer absolutamente, del Itinerario Espiritual de Mons. Lefebvre, pues es su testamento en el cual se bosqueja una vista de conjunto impresionante sobre los acontecimientos de los cuales él fue testigo privilegiado)
La cuestión de Cristo Rey, ¿es un punto secundario?
“He aquí lo que nos opone, es por eso que no podemos entendernos. No es por principio la cuestión de la misa, pues la misa es justamente una de las consecuencias del hecho que quisieron acercarse al protestantismo y por lo tanto transformar el culto, los sacramentos, el catecismo, etc. La verdadera oposición fundamental es el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Opportet Illum regnare, nos dice san Pablo: Nuestro Señor vino para reinar. Ellos dicen que no, y nosotros decimos que sí, junto a todos los papas. Nuestro Señor no vino para estar escondido en el interior de las casas sin salir de ellas. Es por eso que no podemos entendernos con ellos, pues nosotros obedecemos a Nuestro Señor diciendo a sus apóstoles: “Id y anunciad el Evangelio hasta las extremidades de la tierra”.
“Es por eso que no debemos sorprendernos por no llegar a entendernos con Roma. No es posible mientras que Roma no regrese a la fe en el reinado de Nuestro Señor Jesucristo, mientras ella de la impresión que todas las religiones son buenas. Nosotros nos enfrentamos en un punto de la fe católica, como se enfrentaron el cardenal Bea y el cardenal Ottaviani, y como se han enfrentado todos los papas con el Liberalismo. Es la misma cosa, la misma corriente, las mismas ideas y las mismas divisiones en el interior de la Iglesia” (Sierra, 27 de noviembre de 1988, separata de La Iglesia infiltrada por el Modernismo, el gusano está en la fruta, capítulo El fundamento de nuestra posición, pág. 70)
¿Hay una “iglesia conciliar”?
“La “iglesia conciliar”, estando extendida universalmente, difunde errores contrarios a la fa católica, y en razón de estos errores, ha corrompido las fuentes de la gracia que son el santo Sacrificio de la Misa y los sacramentos. Esta falsa iglesia está en ruptura cada vez más profunda con la Iglesia católica” (Carta a Mons. De Castro Mayer, 4 de diciembre de 1990)
“Esta es una prueba más que esta nueva iglesia, que ellos mismos la han calificado de “conciliar”, se destruye a sí misma” (expresión empleada por el mismo Mons. Benelli en su carta del 25 de junio de 1976). “La iglesia que afirma semejantes errores, es a la vez cismática y herética. Esta iglesia conciliar no es, por lo tanto, católica. En la medida en que el papa, los obispos, sacerdotes o fieles se adhieran a esta nueva iglesia, ellos se separan de la Iglesia católica. La iglesia de hoy no es la verdadera Iglesia más que en la medida que ella continúe en unidad con la Iglesia de ayer y de siempre. La norma de la fe católica es la Tradición. El pedido de Su Excelencia Mons. Benelli es, por lo tanto, esclarecedora: sumisión a la iglesia del Vaticano II, a la iglesia cismática”. (Algunas reflexiones respecto de la “suspens a divinis”, 29 de julio de 1976)
“No hacernos ilusiones creyendo que por estos pequeños frenos que se dan a derecha e izquierda en los excesos de la situación actual, asistimos a un retorno completo a la Tradición. Esto no es verdad, no es verdad. Siguen siendo espíritus liberales. Son siempre los liberales quienes mandan en Roma y ellos permaneces liberales” (Conferencia a los sacerdotes, San Nicolás de Chardonnet, 13 de diciembre de 1984).
El cardenal Ratzinger, quien pasa en la prensa por ser más o menos tradicional, es de hecho un modernista” (Retiro sacerdotal, Ecône, septiembre de 1986).
“Nosotros nos enfrentamos a personas que no tienen ninguna noción de la Verdad. Nosotros nos veremos cada vez más obligados a actuar considerando esta nueva iglesia conciliar como no siendo ya católica”. (Carta a Jean Madiran, 29 de enero de 1986)
Roma ha perdido la fe, queridos amigos, Roma está en la apostasía. No son palabras, no son palabras en el viento lo que yo les digo. Es la verdad. Roma está en la apostaría. Ya no podemos tener confianza en esa gente, ellos han abandonado la Iglesia. Ellos han abandonado la Iglesia. Ellos abandonan la Iglesia. Es seguro, seguro, seguro”. (Conferencia en el retiro a los sacerdotes, Ecône, 4 de septiembre de 1987).
“Se terminó. Ellos ya no son de nuestra religión. Se terminó, ellos ya no son católicos…” (Conferencia, Ecône, 28 de octubre de 1985)
Nosotros ya no tendremos ninguna relación con le Barroux y advertiremos todos a nuestros fieles de no apoyar una obra que a partir de ahora está en las manos de nuestros enemigos, enemigos de Nuestro Señor y de Su Reino universal” (Carta del 18 de agosto de 1988, Conversación con Mons. Marcel Lefebvre por Dom. Tomás de Aquino, suplemento al boletín del Monasterio de la Santa Cruz, 2011).
¿No es necesario entrar en “la Iglesia visible”?
“En fechas recientes se nos ha dicho que es necesario que la Tradición entre en la Iglesia visible. Creo que aquí se comete un error muy, muy grave. ¿Dónde está la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. Pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial. Un obispo cree en esto, el otro no; la fe es distinta, sus catecismos abominables contienen herejías. ¿Dónde está la unidad de la fe en Roma?” (Retiro sacerdotal, 9 de septiembre de 1988).
Ponerse en el interior de la Iglesia, ¿qué quiere decir? Y por principio, ¿de qué Iglesia hablamos? Si es la iglesia conciliar sería necesario que nosotros, que hemos luchado contra ella durante veinte años porque nosotros queremos la Iglesia católica, entráramos en esta iglesia conciliar para supuestamente volverla católica. Es una ilusión total. No son los inferiores quienes hacen a los superiores, sino los superiores quienes hacen los inferiores” (Entrevista, Fideliter nº 70, julio-agosto 1989).
¿No hay riesgo de cisma al permanecer así separados?
“El fantasma del Cisma, una vez evocado provocará temor a los seminaristas y a las familias y llevará a la decisión de abandonar la Fraternidad, y mucho más fácilmente cuando los sacerdotes, los obispos y Roma ofrecen garantías para una cierta tradición. Podemos hacer una lista bastante grande de aquellos que nos han abandonado por estos motivos” (Carta a los sacerdotes luego de la salida de algunos seminaristas del seminario de Argentina, Cor Unum, 16 de julio de 1989)
“La Fraternidad será acusada de exagerar los errores del Vaticano II, de criticar de manera abusiva los escritos y los actos del Papa y de los obispos, y de aferrarse de una manera demasiado rígida a los ritos tradicionales, en definitiva, tener una tendencia al sectarismo, que un día llevará al cisma! (Carta a los miembros de la FSSPX, julio de 1989, citada en Su Excelencia Mons. Lefebvre, Nuestras relaciones con Roma, El Combate de la Fe Católica nº 167, pág. 299)
¿Es prioritario obtener un estatus canónico?
 “Entonces, hay quienes estarían dispuestos a sacrificar, yo diría, el combate de la fe diciendo: ¡Reentremos primero en la Iglesia! Hagamos todo por entrar en el marco oficial, público, de la Iglesia. Callemos nuestro problema dogmático. Callemos nuestro combate. […] Entraremos así en el interior de la Iglesia y, una vez que estemos en el interior, ustedes van a ver, podremos combatir, podremos hacer esto, podremos hacer aquello… ¡Es absolutamente falso! No se entra en un marco, y bajo superiores, diciendo que vamos a sacudir todo cuando estemos dentro, ¡cuando ellos tienen todo en sus manos para controlarnos! Ellos tienen toda la autoridad. Lo que nos interesa por principio, es mantener la fe católica. Ese es nuestro combate. Entonces, la cuestión canónica, puramente exterior, pública en la Iglesia, es secundaria”. (Conferencia a los seminaristas de Ecône, 21 de diciembre de 1984).
 “Aunque las mentiras de la Roma conciliar sean tantas veces confirmadas por los hechos, su juego vale la pena pues siempre hay quien muerda el anzuelo”. (Carta a los sacerdotes luego de la salida de algunos seminaristas del seminario de Argentina, Cor Unum, 16 de julio de 1989)
¿Hay que hacer un acuerdo con Roma?
 “Nosotros decimos que no podemos estar sometidos a la autoridad eclesiástica y conservar la Tradición. Ellos afirman lo contrario. Es engañar a los fieles”. « Nosotros debemos estar libres de compromiso, tanto respecto a los sedevacantistas como respecto a aquellos que quieren absoltamente estar sumisos a la autoridad eclesiástica”. “Cuando se nos plantea la cuestión de saber si habrá un acuerdo con Roma, mi respuesta es simple: cuando Roma vuelva a coronar a Nuestro Señor Jesucristo. No podemos estar de acuerdo con los que destronan a Nuestro Señor. El día en que ellos reconozcan de nuevo a Nuestro Señor como Rey de los pueblos y de las naciones, no es a nosotros a quienes ellos se unirán, sino a la Iglesia Católica en la cual permanecemos”. (Monseñor Lefebvre; conferencia en Flavigny, diciembre 1988; Fideliter n°68 marzo-abril 1989).
 “Se terminó, he comprendido. Nos quieren embaucar, se terminó, es el fin, ya no tengo más confianza. Yo tuve razón de no tener confianza, están jugando con nosotros. He perdido la confianza completamente. Hay una voluntad por parte de la Santa Sede de querer someternos a sus voluntades y a sus orientaciones. Es inútil continuar. Estamos completamente opuestos uno al otro” (Conferencia de prensa en Ecône, 15 de junio de 1988)
 “Si hubiéramos aceptado, estaríamos muertos. No hubiéramos durado un año. Hubiéramos tenido que vivir en contacto con los conciliares […]. Es por eso que nosotros salvamos a la Fraternidad y a la Tradición al alejarnos prudentemente. Nos preguntamos si podíamos continuar este ensayo estando protegidos: se comprobó que es imposible”. (Recomendaciones de Mons. Lefebvre antes de las consagraciones, Sel de la terre n° 31)
 “Separarse de esta iglesia conciliar es, por lo tanto, un deber estricto para todo sacerdote que quiera permanecer católico, hasta que ella reencuentre la tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica” (Itinerario espiritual, 1990, pág. 29)
 “Nuestros verdaderos fieles, aquellos que han comprendido el problema y que nos han ayudado a seguir la línea derecha y cerrada de la Tradición y de la fe, temían las gestiones que yo hacía con Roma. Ellos me dijeron que era muy peligroso y que perdía mi tiempo. Sí, por supuesto, esperé hasta el último minuto a que Roma testimoniaría un poco de lealtad. No me pueden reprochar de haber hecho lo máximo. Así ahora, a aquellos que vienen a decirme: tiene que entenderse con Roma, yo creo poder responder que yo fui demasiado lejos, incluso que yo no debí ir”. “Nosotros no hemos terminado de luchar. Cuando yo desaparezca, mis sucesores deberán seguir combatiendo. Pero el Buen Dios todo lo puede”. (Entrevista Fideliter n° 79 de enero-febrero de 1991).
¿Es aceptable el nuevo Derecho Canónico?
 “Entonces, ¿qué debemos pensar de esto? Pues bien, que este derecho canónico es inaceptable”. (COSPEC 99B, 14 marzo 1983)
 “Es pues con el fin de ayudar a Su Santidad que lanzamos este grito de alarma, vuelto más vehemente aún por los errores del Nuevo Derecho Canónico, por no decir las herejías, y por las ceremonias y los discursos del quinto centenario del nacimiento de Lutero. Verdaderamente, la medida está llena.” (Carta de Mons. Lefebvre y Mons. De Castro-Mayer al papa, 21 de noviembre de 1983).
¿Qué pensar de la nueva profesión de fe impuesta a todos los superiores reconocidos canónicamente?
 “Los errores del concilio y sus reformas, siguen siendo la norma oficial consagrada por la profesión de fe del Cardenal Ratzinger de marzo de 1989” (Mons. Lefebvre, Itinerario espiritual, págs. 10-11)
 “La nueva profesión de fe redactada por el Cardenal Ratzinger contiene explícitamente la aceptación del Concilio y sus consecuencias. Es el Concilio y sus consecuencias que han destruido la Santa Misa, que han destruido nuestra Fe, que han destruido los catecismos, que han destruido el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo en las Sociedades civiles. ¡Cómo podemos aceptarlo! (…) Es necesario conservar la Fe Católica, protegerla por todos los medios” (Mons. Lefebvre, Le Bourget, 19 de noviembre de 1989).
 “Por ejemplo, el hecho de la profesión de fe que ahora es reclamado por el cardenal Ratzinger desde principios del año 1989. Es un hecho muy grave, pues pide a todos los que se han incorporado a Roma o que podrían hacerlo, hacer una profesión de fe en los documentos del Concilio y en las reformas posconciliares. Para nosotros es imposible”. “Cuando ellos dicen que no cedieron nada, es falso. Ellos cedieron la posibilidad de contradecir a Roma. Ellos no pueden decir nada. Ellos deben callarse dados los favores que les fueron acordados. Ahora les es imposible denunciar los errores de la iglesia conciliar. Poco a poco, ellos se adhieren, será por la profesión de fe que les es requerida por el cardenal Ratzinger”. (Entrevista, Fideliter n° 79, enero-febrero 1991)
“Nosotros permaneceremos fieles al juramento antimodernista, juramento que San Pio X pidió pronunciar. […] Y se nos recibirá con el juramento en las manos, o entonces permaneceremos como somos [es decir, sin ser reconocidos]” (Sermón de las ordenaciones, Ecône, 27 de junio de 1989)
¿Cuándo los obispos consagrados por Mons. Lefebvre o sus sucesores podrán poner su episcopado en las manos del papa?
 “Yo os conferiré esta gracia, confiando que, sin tardar, la Sede de Pedro será ocupada por un sucesor de Pedro perfectamente católico, en cuyas manos vosotros podréis depositar la gracia de vuestro episcopado para que él la confirme” (Carta a los futuros obispos, 29 de agosto de 1987).